Este ataque tiene que ir hasta el fondo. Ya hablé con todos los miembros, y nos vamos a juntar esta noche en el cementerio. Todas las estructuras de la Ciudad Maldita van a hacerse mil pedazos luego de la batalla que comenzará esta noche. Todos se arrepentirán de haber vendido su alma por unas cuantas monedas oxidadas; porque no se daban cuenta, prostitutos de mierda, que eran sólo monedas oxidadas. Putos con olor a perfume barato. Fueron capaces de entregar hasta las conchas de sus madres, de sus esposas; hasta sus propios anos entregaron los muy cobardes; hasta lo más profundo de sus bocas entregaron, a cambio de seguir entregando todavía más, y más, y más. Y ni siquiera lo hicieron por putos. Porque a los putos por lo menos les gusta que les introduzcan todo tipo de elementos contundentes por el ojete. Lo hicieron por prostitutos, cayeron en el pozo más bajo donde alguien puede caer, y así ahora son inocentes para la sociedad. Los que son inocentes para la sociedad son los hijos de puta más grandes de la historia, los que han inmolado las conchas de sus propias hermanas, de sus propias madres, y tías, y sobrinas; los que han inmolado su propio ojete para que les entre el gran pene de la ley, y para que los haga sufrir, por unas monedas a cambio; sólo por unas monedas oxidadas. Les ha entrado la ley, el pene de la ley que les ha llenado el recto de mala leche. Tanto se han prostituido que la mala leche les desborda y les salta por los ojos y por las orejas y por las bocas. Tan barata es su prostitución que las pocas monedas que les dan les alcanzan sólo por un mes, y para el próximo mes tienen que volver a inmolar sus anos desgastados, hasta que el pene legal no siente más placer por penetrarlos y los raja de otra patada en sus ortos desgastados.
Se han prostituido a cambio de engordar en una oficina. Las oficinas son chiqueros gigantescos donde los cerdos levantan la cola en firulete para que venga el pene de la ley y se los coja hasta el alma. Y en cada acto de entrega más se achanchan, y más entregan, y dejan que la mala leche los vaya llenando de a poquito, hasta que el cerebro termina por reproducir las mismas estructuras de la Ciudad Maldita. Pero esta noche todo eso comenzará a caer. Ya tenemos los coches y las armas. Nosotros no nos vamos a entregar. A nosotros no nos compra nadie. ¡Ya van a ver, hijos de puta! ¡Les vamos a romper hasta el último vidrio, hasta el último foquito! Vamos a criar hormigas venenosas en hormigueros gigantes, y ahí irán cayendo los chanchitos, uno por uno. Tantas hormigas les van a entrar por el ojete, y tanto les va a doler, que van a extrañar los tiempos en que se los cogía el pene de la ley. Pero esta vez ni una monedita van a ver a cambio. Van a sentir el dolor de que les llenen el culo a cambio de nada. Y en vez de mala leche les entrará el veneno de la guerra.
La Ciudad Maldita será cenizas. Cenizas e inmensos agujeros llenos de cadáveres quemados. Piras de cadáveres ardiendo, niños arrojados aún vivos a las llamas. Estatuas de Bush en todas las esquinas. Ríos de sangre corriendo por las calles. Cabezas cortadas de sus troncos rodando como pelotas. Chacales alimentándose de los despojos de lo que fue la humanidad.
Wednesday, June 3, 2009
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